31 de mayo de 2009

Elegía para un americano – Siri Hustvedt



- Es como si yo estuviera buscando algo –dije-, pero no sé lo que es. Algo que me libere.
- De la depresión –dijo ella-. Y del sentimiento de culpa y de la melancolía en la que caes cuando el sol desaparece durante dias. Y de un padre que se niega a morir.


Cuando comencé a leer Elegía para un americano, tuve la sensación de estar leyendo otro libro de Paul Auster. Un hombre que vive en Brooklyn, un padre muerto, el descubrimiento de relaciones y sentimientos hasta ese momento desconocidas, son temas retratados una y otra vez en la obra de Auster. Pero a las pocas páginas esa sensación se diluye entre las palabras maravillosamente manejadas por Siri Hustvedt.

La profundidad en la descripción de los personajes, de sus sentimientos, sus emociones y por sobre todo sus miedos, la hacen una novela de alto contenido intimista. No es una descripción más de una persona y las cosas que le pasan, si no que Hustvedt hace sentir en carne propia a sus lectores lo que les ocurre a sus personajes. Personajes que, al final, uno puede pensar que están inspirados en su propia vida.

Erik es un médico psiquiatra, que regresa a su pueblo para ordenar los papeles de su padre que acaba de morir. Mientras su madre y su sobrina se mantienen en otro cuarto y hacen todo lo posible para no entrar al estudio, Erik y su hermana Inga encuentran entre los papeles de su padre un diario personal y una nota que los guiará para conocerlo en profundidad.

A través de las páginas del diario, que comenzó siendo niño, el padre va contando los días pasados en la granja de su familia, su adolescencia con sus dolores e incertidumbres, sus días en el campo de batalla de la Segunda Guerra Mundial y sus largas horas en la universidad, como alumno y como docente.

Paralelamente a esta lectura, vamos descubriendo la vida de Erik e Inga. Erik es médico psiquiatra y está divorciado. Vive en Brooklyn, en una casa que le permite alquilar una parte, mientras él vive en la otra ala. Las sesiones con sus pacientes son descriptas a través de los diálogos entre médico y enfermo y permiten inferir los complejos sentimientos de cada uno de los personajes que desfilan por ese consultorio.

Inga, por su parte, es una intelectual, viuda de un gran escritor y madre de Sonia, una adolescente que presenció el atentado a las Torres Gemelas y esa impresión afecta su vida cotidiana. Tratando de brillar por si misma y escapar a la sombra de su destacado marido, Inga escribe sus textos buscando poner distancia de su mayor referente.

La vida de esta familia, unida por el más entrañable de los afectos, se va enredando con otras vidas que la complementarán y la harán re pensarse.


Poeta, novelista y ensayista, Siri Hustvedt nació en Minessotta, Estados Unidos, de padres noruegos.

Entre sus obras se cuentan el libro de poesía Leer para ti, las novelas Elegía para un americano, El hechizo de Lily Dahl, Los ojos vendados, y todo cuanto amé, y los ensayos En lontananza, Los misterios del rectángulo, y Una súplica para Eros.

Es importante leer las entrevistas que los distintos medios le han hecho a lo largo de estos años. En ellas se descubre a una mujer sencilla en su vida y brillante en su inteligencia. Una mujer que puede equipararse con Inga, uno de sus personajes de Elegía para un americano: sensible, dulce, fuerte y a la vez tremendamente vulnerable. Y, por sobre todo, inteligente, muy inteligente.

Entrevista a Siri Hustvedt en el diario El País de España (aquí pueden descargar el primer capítulo de la novela).

Entrevista a Siri Hustvedt en el diario La Nación de Argentina

Columna sobre Siri Hustvedt en la Revista Electrónica Almiar


Foto: Jon Uriarte - El País

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25 de mayo de 2009

Pequeñas infamias - Carmen Posadas



Tenía los bigotes más rígidos que nunca; tanto que una mosca podría haber caminado por ellos igual que un convicto sobre la plancha de un barco pirata. Sólo que no hay mosca que sobreviva dentro de una cámara frigorífica a treinta grados bajo cero: y tampoco Néstor Chaffino, jefe de cocina, repostero famoso por su maestría con el chocolate fondant, el dueño de aquel bigote rubio y congelado. Y así habrían de encontrarlo horas más tarde: con los ojos muy abiertos y atónitos, pro aún con cierta dignidad en el porte; las uñas garfas arañando la puerta, es cierto, pero conservando en cambio el paño de cocina colgado de las cintas del delantal, aunque uno no esté para coqueterías cuando la puerta de una cámara Westinghouse del año 80, dos metros por uno y medio, acaba de cerrarse automáticamente a sus espaldas con un clac.


Néstor Chaffino muere en lo que la policía definirá como un “accidente doméstico”. Morir congelado en una cámara frigorífica no parece ser la mejor manera para un repostero “famoso por su maestría con el chocolate fondant”. Y menos si se ingresó en ella para preservar uno de sus platos más exitosos: las trufas.


Su final aparente sera como consecuencia de un cáncer. Pero Madame Longstaffe, famosa pitonisa, le advierte que no debe preocuparse por sus pulmones y que su futuro está asegurado mientras no se confabulen contra él las cuatro T. ¿Qué probabilidades existen de esa confabulación? Muy pocas. Muy pocas…


Adela y Ernesto Teldi, Carlos García, Serafín Tous, Chloe Trías, Karel Pligh y un nutrido grupo de coleccionistas de piezas de arte, comparten con Chaffino su última noche. Unos como empleados, otros como empleadores, otros como simple espectadores.


Cada uno de los personajes posee un secreto. Una pequeña infamia del pasado que ocultan para poder mantener en orden su vida actual. Chaffino las conoce. Y eso puede costarle la vida.


Carmen Posadas (Montevideo, 1953), escribe esta obra de encuentros y desencuentros de una manera entretenida y lleva a sus lectores a través de la vida y obra de sus personajes y de las casualidades y causalidades que hacen que una noche, se encuentren todos en la casa de campo de los Teldi para ver el final de Chaffino y enterarnos, al final si las cuatro T realmente se han confabulado o si solamente ha sido una macabra broma del destino.


Premio Planeta 1998, Pequeñas infamias posee una muy buena estructura literaria y combina la intriga, la pasión y el humor en las dosis justas.

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18 de mayo de 2009

La biblioteca de noche - Alberto Manguel

Aún no leí este libro de Manguel, pero es uno de los innumerables de mi lista “por adquirir”, y luego de leer este fragmento, al comprarlo seguramente se ubicará –por sobre otros que esperan desde hace tiempo – entre los primero de mi lista “para leer”.

"Las bibliotecas, ya sea la mía o las que comparto con una mayor cantidad de lectores, siempre me han parecido lugares gratamente disparatados, y hasta donde alcanza mi memoria siempre me ha seducido su lógica laberíntica, la cual sugiere que la razón (si no el arte) gobierna una acumulación cacofónica de libros. Siento el placer de la aventura cuando me pierdo entre estantes atestados de volúmenes con la seguridad supersticiosa de que una jerarquía de letras o de números me conducirá algún día al destino prometido. Durante largo tiempo los libros han sido instrumentos de las artes adivinatorias. «Una gran biblioteca» —observa Northrop Frye en uno de sus muchos cuadernos de notas—, «posee realmente el don de lenguas y un gran potencial para la comunicación telepática.» Bajo el influjo de tan agradables ilusiones me he pasado medio siglo coleccionando libros. Ellos, inmensamente generosos, no han exigido nada de mí, sino que me han ofrecido todo tipo de revelaciones. «Mi biblioteca —escribió Petrarca a un amigo— no es inculta aunque pertenezca a un inculto.» Como los de Petrarca, mis libros saben infinitamente más que yo y les agradezco que incluso toleren mi presencia. A veces creo abusar de ese privilegio. El amor a las bibliotecas, como la mayor parte de los amores, hay que aprenderlo. El que entra por primera vez en una habitación hecha de libros no puede saber instintivamente cómo comportarse, qué se espera de él, qué se promete, qué se permite. Puede verse dominado por el horror —a la acumulación o a la magnitud, al silencio, a la admonición burlona de que es mucho lo que ignora, a la vigilancia—, y parte de esa sensación abrumadora puede seguir aferrada a él una vez aprendidos los rituales y las convenciones, una vez cartografiado el territorio, una vez comprobada la actitud amistosa de los nativos. Con la temeridad de la juventud, mientras mis amigos soñaban con hechos heroicos en el campo de la ingeniería o el derecho, las finanzas o la política nacional, yo soñaba con llegar a ser bibliotecario. La inercia y una mal reprimida afición a los viajes decidieron otra cosa. Hoy, sin embargo, cumplidos los cincuenta y seis años («la edad» —como afirma Dostoyevski en El idiota—, «a la cual puede decirse con razón que comienza la verdadera vida»), he vuelto a ese temprano ideal y, aunque no puedo decir que sea propiamente bibliotecario, vivo entre estanterías cada vez más numerosas cuyos límites comienzan a desdibujarse o a coincidir con los de mi casa. "


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Mario Bendetti (1920-2009)

Nada mejor para recordar a un escritor que sus palabras...

NO TE SALVES
.
No te quedes inmóvil al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca.
.
No te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer lo párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo.
.
Pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el jubilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.


VICEVERSA
Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte.

.
Tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte.
.
Tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte.
.
O sea,
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

Además de sus libros de poemas, podemos leerlo en sus maravillosas novelas. La tregua y Primavera con una esquina rota son mis favoritas.

11 de mayo de 2009

Lista de espera

Tengo más de doscientos libros en mi biblioteca esperando que los lea (sin contar los e-books almacenados). No, no exagero. Soy una compradora compulsiva de libros. Soy una lectora compulsiva. Pero m i compulsión lectora choca contra el tiempo disponible para leer y mi compulsión compradora choca contra nada… o no chocaba, hoy choca de frente contra la crisis.

No voy a poner aquí el listado –no tengo ganas de tipear más de doscientos títulos- pero si puedo decir que en esa extensa lista de espera hay de todo. Incluso libros que jamás, si jamás, voy a leer.

En este momento, tengo en el asiento de al lado –estoy en el auto haciendo tiempo- siete libros. Uno de ellos ya lo leí y está esperando ser comentado. Los otros seis están esperando ser elegidos.

Dos novelas, dos ensayos, una antología poética y una antología periodística.

Seguramente combinaré. Un ensayo y una novela. Una novela y una antología. ¿Un ensayo y una antología?

Bioy Casares, Borges, Sontag, Briante, Manguel, Girondo… me esperan, aquí a mi lado. Y muchos otros –y estos mismos, pero distintos – en algún estante de mi biblioteca.

8 de mayo de 2009

Feria del libro 2009

Cualquier opinión que uno exprese acerca de la Feria del Libro de Buenos Aires chocará de lleno contra la opinión de otro. Hay quienes la consideran la mejor del mundo y quienes la consideran un desperdicio de dinero. Entre esos extremos, todas las opiniones que puedan imaginarse.

Mi opinión, personal, está entre esos extremos. No creo que sea la mejor feria del mundo, ni la más completa, ni siquiera la más grande en metros cuadrados. Tampoco creo que sea un desperdicio de dinero: nunca el dinero invertido en cultura es un desperdicio.

Pero si creo que se sobrevalora el efecto que tiene la Feria en la producción de lectores. Vemos miles, cientos de miles de personas deambulando por los pasillos del predio de la Sociedad Rural Argentina, mirando los libros de una editorial o las ofertas de una librería. Incluso algunos compran, actividad tan difícil en estas épocas de crisis. Pero el promedio de lectura en la Argentina sigue siendo bajísimo: según el escritor Pacho O’Donnell es de un libro por persona por año.

Entonces, ¿para qué sirve la Feria del Libro? La Feria permite el acercamiento inicial de muchos niños a los libros, los cuales bien guiados son futuros lectores. Muchas escuelas, menos de las deseadas seguramente, la tienen como paseo anual obligado.

Por otra parte, la feria rebosa de actividades culturales. Presentaciones de libros, charlas sobre autores, conferencias acerca de temas relacionados o no al quehacer cultural argentino. Hace unos años escribí que lo más interesante de las ferias son los encuentros con escritores y los diferentes talleres y disertaciones que tienen lugar en ellas. Sigo pensando lo mismo. Estas actividades, si se quiere paralelas, permiten descubrir nuevos pensamientos, facetas ocultas de esos escritores que uno lee, y autores desconocidos que muchas veces nos descubren nuevos mundos.

Comprar libros podemos hacerlo en cualquier momento del año, no necesitamos la feria como excusa para hacerlo. Incluso, si nuestro bolsillo o los caprichos editoriales no nos permiten acceder a un ejemplar nuevo del libro que buscamos, las librerías de usados son una gran oportunidad para acceder a ellos.

Pero sí, muchas veces, la feria es la excusa para traer a un escritor desde el extranjero o desde una provincia. Para presentar a un nuevo autor, joven o viejo, pero nuevo para nosotros. Para poner en un escenario a un grupo de intelectuales que nos den una nueva mirada sobre un tema manido hasta el hartazgo.

7 de mayo de 2009

El aliento del cielo - Carson McCullers

Le daban miedo esas cosas que le hacían preguntarse de pronto quién era ella, qué iba a ser en el mundo y por qué en aquel momento estaba allí parada, viendo una luz, o escuchando o mirando al cielo, tan sola. Tenía Miedo y en el pecho se le hacía un extraño nudo. (Frankie y la boda)



Carson McCullers (1917-1967) quería ser pianista. Pero cuando su profesora se mudó a otra ciudad, McCullers lo tomó como una traición y abandonó el piano. Siguió con otra de sus pasiones, la escritura, y nos regaló obras maravillosas como La balada del café triste, Frankie y la boda, El corazón es un cazador solitario y sus cuentos. McCullers describe en ellos la vida en el sur de los Estados Unidos en los años cincuenta con una maestría pocas veces vista.

Parte de la generación que cobijó a Faulkner y Tenesse Williams –y Capote, de quien fue amiga y enemiga al mismo tiempo-, entre otros, no sólo comparte con ellos una época sino también una calidad excepcional para describir escenarios, emociones y personajes.

En El aliento del cielo encontramos la totalidad de sus cuentos y sus tres novelas cortas. Son historias emocionantes, profundamente humanas que en muchos casos reflejan historias de vida de la propia autora. La música, la escritura, la soledad, el alcoholismo. La lucha por un sueño que se vuelve esquivo. La desazón por el abandono. La vida y la muerte en todas sus formas son mostradas por McCullers en cada uno de sus escritos.

Si algo más podía pedírsele a esta edición, cuenta con prólogo y comentarios del periodista Rodrigo Fresán, quien pinta magistralmente –como siempre, según mi opinión- una semblanza de la vida de McCullers, tan sórdida y singular como su obra.


Ante todo, el amor es una experiencia compartida por dos personas, pero esto no quiere decir que la experiencia sea la misma para las dos personas interesadas. Hay el amante y el amado, pero estos dos proceden de regiones distintas. Muchas veces la persona amada es sólo un estímulo para todo el amor dormido que se ha ido acumulando desde hace tiempo en el corazón del amante. Y de un modo u otro todo amante lo sabe. Siente en su alma que su amor es algo solitario. Conoce una nueva y extraña soledad, y este conocimiento le hace sufrir. Así que el amante apenas puede hacer una cosa: cobijar su amor en su corazón lo mejor posible; debe crearse un mundo interior completamente nuevo, un mundo intenso y extraño, completo en sí mismo. Y hay que añadir que este amante no tiene que ser necesariamente un joven que esté ahorrando para comprar un anillo de boda: este amante puede ser hombre, mujer, niño; en efecto, cualquier criatura humana sobre esta tierra. Pues bien, el amado también puede pertenecer a cualquier categoría. La persona más estrafalaria puede ser un estímulo para el amor. Un hombre puede ser un bisabuelo chocho y seguir amando a una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw dos décadas atrás. Un predicador puede amar a una mujer de la vida. El amado puede ser traicionero, astuto o tener malas costumbres. Sí, y el amante puede verlo tan claramente como los demás, pero sin que ello afecte en absoluto la evolución de su amor. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor turbulento, extravagante y hermoso como los lirios venenosos de la ciénaga. Un buen hombre puede ser el estímulo para un amor violento y degradado, y un loco tartamudo puede despertar en el alma de alguien un cariño tierno y sencillo. Por lo tanto, el valor y la calidad del amor están determinados únicamente por el propio amante. Por este motivo, la mayoría de nosotros preferimos amar que ser amados. Casi todo el mundo quiere ser el amante. Y la verdad a secas es que de un modo profundamente secreto, la condición de ser amado es, para muchos, intolerable. El amado teme y odia al amante, y con toda la razón. Pues el amante está tratando continuamente de desnudar al amado. El amante implora cualquier posible relación con el amado, incluso si esta experiencia sólo puede causarle dolor. (La balada del café triste)



Para seguir conociendo a Carson McCullers:


The Carson McCullers Project




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