20 de marzo de 2011

Fundación Tomás Eloy Martínez

Vía Twitter -herramienta que no acabo de comprender- me entero de que la Fundación Tomás Eloy Martínez lanzó su web. Ni lenta ni perezosa hago click en el enlace y me adentro en parte de ese universo que TEM soñó y planificó antes de morir como un espacio para promover la literatura y el periodismo joven latinoamericano. Saber que este sueño ya está plasmado y en muy buen camino me alegra. TEM nos enseñó mucho -a los periodistas y escritores y también a los lectores- y estar segura de que va a seguir haciéndolo me llena de placer.

16 de marzo de 2011

David Viñas (1927-2011)

Si repaso las entradas de los últimos meses, Tecleando comienza a parecerse a la página de obituarios de cualquier periódico. Luego de pensar un rato en eso, me doy cuenta de que estoy marcada intelectual y emocionalmente por una generación de artistas, periodistas, escritores, y profesionales en general, que está llegando de a poco al final. En estos meses fallecieron muchas personas de esa generación que se destacaron en el ámbito público, pero no todos fueron parte de mi vida. David Viñas, el último de esta lista, fue una presencia constante durante mi formación universitaria. Literatura Argentina -una de las materias que más amé durante la facultad, a cargo de la maravillosa María Paulinelli- tenía entre sus textos de cabecera numerosos escritos de Viñas, y ahí fue donde pude conocerlo y disfrutarlo.

Escritor, investigador, fundador de la revista Contorno -en la vereda opuesta a Sur-, son muchas las cosas que podría decir de David Viñas, pero en lugar de eso, les dejo un consejo: busquen sus palabras y disfrútenlas.

También les dejo algunos links:
Ese polemista incansable - Beatriz Sarlo

Y algunos rescatados por Maximiliano Tomas en su blog:
Borges y Perón - David Viñas
El hombre solo - María Moreno
Un maestro crítico - Martín Kohan

3 de marzo de 2011

Adquisiciones


El sábado me paseaba por una librería con el listado de textos escolares para mi hija, esperando mi turno en un mundo de padres ansiosos con listas tan eternas como la mía.

En un momento sentí que me observaban, me di vuelta, pero no lograba encontrar unos ojos que se dirigieran a mí. La sensación se mantenía, y sacando a flote mi sexto sentido comencé a buscar algo que no fuera una mirada. Y de golpe lo encontré. Desde una de las baldas, bastante solo para ser sinceros, me miraba un ejemplar de La novela luminosa, de Mario Levrero.

Al ver su editorial (Mondadori), me sentí bastante frustrada ya que por estos lados los ejemplares de esta casa son casi inaccesibles. Cuando me tocó el turno, pregunté tímidamente por su costo. La vendedora me explicó que era un libro usado, como pidiéndome disculpas.

Agradecí que lo fuera ya que esa circunstancia lo volvió accesible a mi presupuesto. Para ser sincera, no le veo el uso, ni siquiera se le nota que alguien haya pasado alguna vez sus páginas.

Como si mis estanterias no tuvieran ya demasiados libros que aún no leí, sumé uno más.