25 de agosto de 2006

FRÍO CALOR

El invierno se ha tomado unos días sabáticos. En Buenos Aires estamos viviendo días de primavera anticipada. Y yo… yo perdí esa sensación muy pequeñita pero que venía creciendo, de a poco pero a paso firme, de estar en mi lugar. Nunca me siento en mi lugar cuando hace calor.

Me gusta el frío. Me gusta esconderme en los grandes abrigos. Me gusta ver el gris de afuera que destaca mis colores internos. Me gusta la primavera en fotos. Amo ver árboles llenos de hojas por mi ventana, pero me identifico más con los árboles vacíos, cuya pasión está en sus venas, trabajando por dentro, con pasión, mucha pasión, escondida.

Me gusta la gente en invierno. Hay poca dando vueltas por la calle. No hay aglomeraciones –salvo en los centros de compra a los cuales cada vez frecuento menos, sólo lo justo e imprescindible-. Cada persona está en lo suyo. Y yo, feliz. Sintiéndome dueña de esas veredas húmedas, esos árboles sin frutos, ese cielo gris que parece llorar. Adoro sentir la lana en mi piel y su calor en mi alma. Me gusta llegar con la nariz helada a un lugar acogedor y encontrar una taza de té que me caliente las manos y los pies y una cálida charla que me entibie el corazón.
Hay mucha gente feliz con el calor y me alegro por ellos que sufrieron el invierno, pero es hora de que yo me repliegue. Es mi señal para comenzar a juntar alimento para meterme en mi cueva y pasar el verano. Está llegando el momento de escaparme hacia adentro.

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