Aclaro que lo que viene a continuación proviene desde el fondo de mis entrañas. No es un análisis sociológico, sino la simple y llana descripción de un profundo sentimiento de angustia e impotencia.
Para ponerlos en antecedentes: estoy esperando una llamada, una que no quiero recibir pero sé que su llegada es indefectible, que no hay escapatoria y que el momento se acerca. Esa llamada me dirá que una persona a la que adoro murió. Una persona maravillosa, llena de ganas de vivir, de proyectos. Un ser al que la vida le jugó una mala pasada… en varios aspectos, pero que en los últimos años había encontrado la manera de hacerle frente, de decirle “me cansaste, ahora la dueña de mi existencia soy yo”. Pero parece que semejante acto de rebeldía no fue tolerado y ahí llegó el cáncer. Luchó, a su manera, como ella creyó que era la forma en que sería mejor para sí misma. No siempre siguiendo las indicaciones médicas, sino las de su corazón. Tomando las riendas de los que serían sus últimos años, vividos, al fin, cómo ella quería.
Para el resto del mundo, ella es sólo parte de una estadística. Una de las tantas mujeres afectadas por el cáncer de mama. Ella, al igual que las tantas que no conocemos y que son para cada uno de nosotros nada más que un número, es una persona.
Cada día nos bombardean con números. Números que borran los rostros, números que hacen invisibles, aunque no borran, los dolores, las angustias, los miedos. Números que vuelven a seres humanos una cifra.
Estoy cansada de las estadísticas.
No sólo ocurre con los enfermos de cáncer. También pasa con los enfermos de SIDA. Con las madres adolescentes. Con los abortos clandestinos y sus muertas. Con los discapacitados. Con los desempleados. Con los pobres… ¿Hacerlos un número los desaparece? ¿Hace que nos duelan menos como sociedad? A mí no. A mí me duelen, como seres humanos. Como personas. Como individualidades. No los conozco a todos, pero ante cada uno trato de hacer algo que los ayude. Sé que con actividades individuales no alcanzaremos nunca la salida, pero es una manera, chiquita, muy pequeña de aliviar aunque sea el día.
Conozco organizaciones que luchan, mi crítica no es hacia ellos. Es hacia los gobiernos, hacia los poderosos. Y también hacia cada individuo que se ha replegado hacia su interior y no ve lo que pasa alrededor. No pido acciones heroicas. Empecemos con verlos nomas. Con hacerlos una persona y que dejen de ser un número. Creo que es un buen comienzo.
1 comentario:
A mí tampoco me gustan las estadísticas cuando hablamos de personas. Los números aminoran el sufrimiento y lo enmascaran. Si cada vez que vemos una cifra pudiéramos contemplar los rostros que se esconden detrás de ella, quizás empezaríamos a despertar de nuestro egoísta letargo. Y entonces sentiríamos más cercanos a los x inmigrantes, x mujeres maltratadas, x niños explotados..., que aparecen todos los días en los periódicos.
Aunque quizás esta inmersión de realidad sería demasiado insoportable.
Un abrazo.
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