
Acostumbrado a ver una vida que se repite, encuentro la mía irreparablemente casual. Los propósitos de enmienda son vanos: yo no tengo próxima vez, cada momento es único, distinto, y muchos se pierden en los descuidos. Es cierto que para las imágenes tampoco hay próxima vez (todas son iguales a la primera).
Puede pensarse que nuestra vida es como una semana de estas imágenes y que vuelve a repetirse en mundos contiguos.
Cuando el prófugo llega a la isla desierta, cree estar a salvo de todo. Un edificio abandonado le da cobijo y la abundante vegetación le permite alimentarse. Pero la irrupción de un grupo de turistas lo hará refugiarse en los bajos, quedando a merced de las mareas.
La visión de Faustine –hermosa e inalcanzable, con aire gitano- hace al prófugo correr todos los riesgos imaginables para conquistarla. Cuando Faustine lo ignora, cree ver en esa actitud la prueba irrefutable de una trampa urdida por la policía para apresarlo. Su paranoia le hará muy difícil descubrir la verdad.
Quiénes adoran la literatura fantástica, La invención de Morel es una novela que no puede dejar pasar, y para los que no es una excusa perfecta para adentrarse en este género.
Exquisitamente escrita, La invención… nos permite presenciar una extraña y al mismo tiempo maravillosa historia de amor no correspondido con un desenlace en el cual el sacrificio y la locura van de la mano.

Bajo el seudónimo de Honorio Bustos Domecq escribió a cuatro manos con Borges la colección de relatos detectivescos Seis problemas para don Isidro Parodi (publicada en 1942) y Crónicas de Bustos Domecq (1967).