Virginia, mi adorada y admirada Virginia, es el eje central de esta historia, hacia quien se refieren el resto de los personajes distribuidos a lo largo de casi cien años. Es la columna que atraviesa y a la vez sostiene los personajes. Es la inspiración, el ideal a seguir aunque nos lleve al fondo del río con los bolsillos llenos de piedras y la cabeza atiborrada de voces extrañas.
La escritora inglesa Virginia Woolf vive en el campo –añorando sin pausa la ciudad de Londres -, junto a su marido Leonard Woolf, quien decidió poner en marcha este exilio interior buscando alguna cura para su esposa, quien es acosada por una profunda depresión, pero sobre todo por todo un séquito de seres que se han metido en su alma y no le permiten llevar adelante su pasión: la escritura.
Laura Brown es una profesional universitaria, con una formación que pocas mujeres de su época tienen. Corre la década del ´50 y Laura deja sus aspiraciones para cumplir con el rol social que le es asignado: esposa y madre.
Clarissa Vaughan vive en los ´90 en una aparente calma. En pareja con Sally desde hace más años de los que puede recordar, trabajo estable, una casa cómoda y moderna, y una hija adolescente que va dejando atrás las rebeldías, parece tener una vida perfecta. Pero como le ocurre a las mujeres de nuestra historia algo no está bien.
Virginia, Laura y Clarissa viven, en esta historia, una vida que no es la que desearon, una historia que no sólo no las completa sino que cada día que pasa las va vaciando de sueños y anhelos. Cada una intentará tomar las riendas de su vida y hará con ella lo que el cuerpo y la mente les permita. Cada una a su manera.
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